viernes, 19 de abril de 2013

Aridez Mental

Coloqué el culo en aquel asiento al final del bus, depositando todo el cansancio en él. Esa sensación de satisfacción invade mi cuerpo y mis músculos se relajaron. La gente subía al bus, parecía que perdían la vida por tratar de conseguir un asiento. Hacia mí, se acercaba una señora con una niña pequeña de la mano, sonriendo, me imaginaba que sonreía porque había un asiento desocupado justo al lado del mío, donde ella se sentaría en unos segundos. Tomó asiento. Mientras estaba hipnotizada dentro de mis cascos, oí a lo lejos una voz que saludaba. Me desconecté de mi dimensión de paz y le dije hola. La señora me preguntó si venía de estudiar, y ahí comenzó el diálogo, casi monólogo, porque tontamente no sabía que responder. Fue a comprarle la lápida a su madre que había muerto hace ya dos años, empastillada para controlar sus crisis de pánico y mantener su agresividad latente, confesó de pronto un recuerdo maldito, un hombre la amenazaba con un cuchillo, mi ojos delataron el terror que sentí en ese momento, y ella con la respiración tranquila dijo, saqué un cuchillo y lo amenacé, luego llegó la policía y nos llevaron a la comisaría, allí me fue a buscar mi marido. Ahora tengo que llegar a cocinar, también soy peluquera, aprendí en una escuela y tengo mi propia pega, cortes a luca y toda la gente es muy feliz, quien se iba imaginar que habría peluquería en medio de la feria, sonreí sin saber que responder o acotar, solté un par de palabras que hacían unión entre lo que ella dijo con lo que estaba por decir, estaba conversando. Mi capacidad mental es del sesenta por ciento, mencionó. Estudié en una escuela especial donde aprendí el oficio. Caí en depresión luego de la muerte de mi madre y me volví alcohólica. Estaba perdiendo a mi familia, a mi hija, a mi vida. Ahora tengo que llegar a cocinar, mencionó nuevamente. Su hija en brazos dormía, el frío se colaba por la puerta semi abierta del bus, con habilidad se sacó la chaqueta y tapó a la pequeña. ¡Así son las madres! Yo quedé impresionada, porque ella llevaba una camiseta sin mangas que dejaba al descubierto sus brazos, a la piedad del viento gélido. Estaba por bajarme, sentí que ella deseaba seguir conversando, me levante del asiento, toqué el timbre, le deseé buenas noches, me sonrió y me lancé del bus camino a casa, haciéndole el quite al viento que desgarraba y empalidecía mi piel. >> Cuando menos te lo esperas, la inspiración, sea la que sea, llega a tu puerta, o a tu asiento>>

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