sábado, 29 de marzo de 2014

Mis demonios

Y ahí estaba parada en frente de mis demonios. Sombras entrelazadas que formaban una silueta de encanto que me fascina. Mis demonios a un metro de mí me observaban macabro. Sonreían con desagrado, con asco, acompañaban esa sonrisa con una mirada de superioridad que me hizo sentir como una rata callejera. Trataba de sostener la mirada, supliqué. Mis demonios disfrutaban cada movimiento nervioso de mi cuerpo. Tratando de sobrellevar esa sensación amarga de insecto aplastado, me paré derecha, y los miré de frente, sin quitarles mis ojos café grano de encima, ni un solo parpadeo, ni una gota de aire exhalé. Me di cuenta de que esas sombras se irían si yo las dejaba ir, una imagen se proyectó en mi mente, la imagen de un árbol negro en un dibujo que hice hace unos años, en medio del dibujo una flor roja, pequeña y delicada, y a un costado un árbol negro, seco, sin hojas que le hacía sombra. Sólo debía pasar la goma de borrar y se iría, recuerdo aquella flor que al sacarle el árbol de encima, recibió los rayos del sol, abrió sus pétalos y desprendió un aroma maravilloso. Cuando mis ojos volvieron a posarse conscientes sobre mis demonios, sonreí. Sonreí porque entendí verdaderamente lo que debía hacer. Me acerqué a ellos, los abracé, los besé, y los dejé libres. Di media vuelta, sin sentir miedo de que me persiguieran, pues eran libres, los alejé de mí para siempre. << He aprendido a sufrir y a ahuyentar los fantasmas que viven en mí, mis demonios se alejan cuando tú no estás aquí>>.

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