sábado, 2 de enero de 2016

Las aventuras de Dimitria Callygster Parte 3

Al abrir los ojos, vi que Dálastar, hijo de Thorian y Demet se había marchado. El mapa ha sido robado, sólo estaba mi daga, mi dinero también fue hurtado. Maldito gobling, sucio y desleal. Juro por lo más preciado que tengo, mi nombre y mi honra que algún día cercenaré tu cuello con mi daga, sin piedad. Armé un bolso, con todo lo que tenía, una soga, un saco y mi daga. En la posada me obsequiaron una brizna de pan, en las profundidades del centro de la ciudad robaría algo entre la multitud. A las afueras del pueblo, encontré una casa abandonada, estaba blindada y muy bien protegida. Mis ojos, dorados como el sol eran capaces de mirar a través de las paredes, no importaba de qué estuvieran hechas, nada era lo suficientemente fuerte como para no dejarme ver. Era un antiguo taller de armas, una espada al lado de otra muy bien ordenadas, como si alguien las cuidara, ballestas, arcos, dagas, era el paraíso para un viajero como yo. Busqué una entrada, y hallé un hueco por donde cabía perfectamente. Ya dentro cogí un arco y flecha, soy buena con ellas, mi padre me enseñó en la aldea. Una voz desde la oscuridad pronunció mi nombre, Dimitria Callygster, puedes llevártelas como una ofrenda. Quién está ahí, pregunté exaltada, soy Seriany, es todo lo que puedo contarte. Vete rápido, mi amo está por llegar. Gracias Seriany, si en el futuro nos cruzamos, recordaré tu nombre. Corrí lejos de allí y me perdí en el bosque. Caminé horas, sin toparme con algún alma o monstruo voraz, ya se hacía aburrido el viaje. He perdido el mapa, si tan solo mis ojos pudieran reconstruir en mi cabeza los pasos podría seguir el rastro, quizás encontrar a ese bribón y darle final. O mejor encontrar una nueva aventura, y obtener una mejor recompensa. Mi ambición era tal que babeaba. De pronto mi estómago rugió. Encendí una fogata y cociné una pata de carnero que robé del mercado, estaba deliciosa. La comí tan rápido como mis dientes fueron capaces de desgarrar la carne, no quería atraer a los trasgos, ni menos a trolles. La noche acaeció repentina, trepé a un árbol y me colé en un agujero en él, dormí tranquila, nada malo sucedería. Unas pisadas bajo mi árbol me pusieron en alerta, asomé la nariz y vi que una familia de trolles me habían encontrado. Baja de allí pequeña hobbit, tenemos algo para ti. Cogí mis cosas y salté de árbol en árbol tratando de huir, los trolles eran torpes, pero estos eran extraños, corrían rápido, y se veían más fuertes que lo normal, no estaba segura ahora de que fueran trolles, porque además hablaban otro idioma. Pronto pensé, Orcos. Entré en pánico, este pequeño cuerpo no podría hacerle frente a los Orcos, debía encontrar aliados, pero ¿dónde? Traté de camuflarme en la oscuridad, pero mis cabellos platinos me delataban, mis ojos me permitían esquivar obstáculos, y evitar trampas, corría tan rápido como mis pies me permitía. Los Orcos seguían detrás de mí, era desesperante. Llegué al límite del bosque, sólo había un gran salto al vacío, era morir o morir. Decidí lanzarme al vacío, con la esperanza de que hubiese un río esperando bajo mis pies. Salté, dejé la esperanza y los Orcos atrás. Al llegar abajo, me sumergí en cálidas aguas, era el Río Furhin, si llegaba a la orilla tendría una historia que contar, ya que nadie sale vivo de esas aguas turbulentas. De pronto, algo me haló del pelo y me llevó a la orilla, lo miré y mis ojos se nublaron, había muerto. Abrí los ojos, era un lugar extraño, había chimenea, mi ropa estaba secándose cerca de ella, estaba vestida con una túnica blanca y un extraño me miraba desde una silla mecedora. Allí estaba él, un hobbit de ojos brillantes y celestes, los más hermosos que he visto, con una mirada seria, cabello corto y largas barbas, de pies peludos y manos pequeñas, me observaba como su presa, estoy asustada. ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? Soy Phaulx, hijo de Elter y Dirhiam, hobbit de la montaña y aventurero los más días. Y ¿tú? Yo soy Dimitria Callygster, hobbit del clan Julut, lejos de aquí, aprendiz de ladrón y caza recompensas. He caído al río, estaba huyendo de los Orcos, y me has salvado la vida, le estoy completamente agradecida. Una leve sonrisa se dibujó en los labios del halfling, no agradezcas, me vienes como anillo al dedo. Le he arrebatado a un sinvergüenza un mapa, quiso robarme y yo le di batalla, lo despojé de sus cosas y lo entregué a los trolles del bosque, pidió clemencia y se la di, pero juro por su nombre, Dálastar creo que era, que no volvería a pisar las tierras de las que soy dueño. Mis ojos se llenaron de lágrimas, aquel ser indeseable fue abatido por un extraño que me encontró entre las aguas, esto era más que un golpe de suerte, o que una coincidencia, era el oráculo. Salté entre los brazos del hobbit, y lo abracé con ternura. Nunca me había sentido así, me disculpé, le conté la historia de quién era Dálastar, sobre el mapa, y su traición, no podía dejar de llorar, Phaulx se acercó a mí, me ofreció una manta y me acomodó en su nido, sólo dejé que el cansancio se apoderara de mí, me dormí. A la mañana siguiente, y con la comida servida quise recuperar mi mapa y emprender mi viaje inicial, pero Phaulx tenía otra cosa en mente, sumarse conmigo a una nueva aventura, la búsqueda del tesoro con el mapa que ahora era NUESTRO. Continuará

Pesadilla

Su voz varonil penetró mis oídos, cómo un coro de ángeles. Su acento bonito, su buena dicción y labia me entusiasmaron del primer hola a tra...