Avant, s'il vous plaît
El cielo, celeste como en el más hermoso día de verano, ciertas nubes que lo adornan con sutileza. Sonrío y el sol brilla sobre la punta de mi nariz, estornudo, esa alergia curiosa que me produce su luminosidad. Ese andar torpe que caracteriza a las palomas, esas plumas tornasol que las diferencia de las ratas. El aire marino despeinaba los dreadlocks naturales que se me forman cuando no me cepillo por la mañana. La gente caminaba por mi lado, esperaban el metro, como yo. Sentía como cada célula de mi piel se achicharraba, mañana tal vez lo lamentaría. Volaban tan libres, quise extender mis brazos con la estúpida esperanza de emprender un vuelo eterno, solitario, ensimismada en mis pensamientos más alegres que amargos, no quise cerciorarme si la gente me observaba con cara de extrañeza, perdería mi libertad si lo hacía, 30 segundos y el tren estaría frente a mí para llevarme a casa. “Pip” sostenido, se abrió la puerta, un acordeón me transportó a un París de ensueño, de pelícu...