Eloísa Good Bye
Está a punto de ser partícipe de un relato un tanto deprimente, morboso y de muy mal gusto, a su juicio dejo la opción leer. Aun no sé muy bien cuándo fue la primera vez que vomité voluntariamente, metiendo mis dedos profundamente en la garganta y haciendo arcadas con llanto y oscuridad. Al principio fue el escape más fácil para alivianar mi cuerpo de cualquier alimento que estuviese demás, pero luego se apoderó de mis huesos y se volvió costumbre, nunca nada fue igual y jamás algo tuvo el mismo sabor. Conocía muy bien los sabores repulsivos de los alimentos luego de estar unos cuantos minutos dentro de mi estómago, a una temperatura próxima a los 38 grados Celsius. Nada era como entraba, claro estaba, la acidez estomacal producía mucho más que sólo triturar. Cada mañana, me posaba sobre la báscula, observando meticulosamente si la aguja que apunta mi peso actual, se ha movido. Feliz sería si la flecha marcara bajo el número maldito, que no he podido reducir. Si por cualquier...