De esos tantos sueños
Despojé mis ropas y caminé
desnuda por el pasillo hasta el baño, llené la bañera y me sumergí en ella, con
la ilusión de que mis músculos se relajaran. Enjaboné mi cuerpo, jugando con la
espuma que se formaba con el champú, soplé una burbuja y comenzó a elevarse
como si de pronto se hubiese formado una corriente de aire en medio de mi baño.
Flotó, flotó hasta que reventó -plop-. Saqué el tapón, cogí una toalla y sequé
mis carnes, suavemente casi con lujuria, pero no. Dicen que no es bueno salir a
la terraza luego de tomar un baño caliente, pero lo hice. Encendí un cigarro en
medio de la oscuridad, sólo se vio el chispeo del mechero cuando le daba vuelta
a la ruedita que me proporciona fuego. Di una bocanada profunda, de pronto
recordé que hace un año entero que no probaba un cigarrillo, pero ¿por qué lo había
hecho ahora? ¿Acaso lo había olvidado? Por
supuesto que se me fue, pero ¿Qué hacía una cajetilla de cigarrillos en mi
mesilla? Algo claramente no cuadraba, ¿sería un sueño? Lancé el cigarro por el
balcón, sin siquiera pensar en quién caería segundos después y entré, caminé
por los pasillos, los cuadros eran diferentes, desconocidos, de hecho, ni
siquiera los recordaba. Por un momento creí haberme vuelto loca, todo parecía
absolutamente extraño para mí. En la entrada al departamento, había una
fotografía de un muchacho bien guapo, cabellos desordenados, barba larga,
bigote bien formado, ojos claros como el agua, usaba una camisa y una corbata
bien anudada, sólo era del torso, era un hombre hermoso. Me senté en el salón
tratando de orientarme, no me sentía borracha ni tampoco drogada, es más, no
había probado la marimba desde hace más de un año, era imposible que estuviera
ida ni mucho menos anestesiada. Me recosté en el sofá, y dormité. Un cosquilleo
divertido me despertó abruptamente, y es allí donde estaba él. Acariciando mi
panza y rozando mis pequeños implementos, me demostraba su amor. Lo observé
directamente a los ojos y sonreí, él se conmovió y cerró levemente sus ojos
principescos. Me cogió en brazos y me llevó a la cama, todo parecía muy familiar,
todo parecía normal. Allí nos besamos con pasión, sentía fuego en mis labios y
mi pecho saltaba eufórico. Sus manos recorrían mi cuerpo, de arriba hasta lo
más profundo de nuestros corazones. Luego él sobre mí, y yo sobre él, amándonos
una y otra vez, hasta terminar exhaustos.
Besó mi frente y me abrazó, y durmió profundamente a mi lado, mientras
yo pensaba en qué diantres hacía ahí. Un golpe en la ventana me hizo saltar de
golpe, era de día, tenía sueño, era un sueño. Estaba en casa, y claro, Paulo
dormía a mi lado, una vez más había olvidado que me había quedado en su casa, y
sólo estuve soñando que me había perdido en su misma casa.
Recuerdo todas las veces que despierto en una habitación extraña, y es tu misma habitación amado mío, sólo que lo olvido al dormirme tan plácidamente a tu lado.
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