Camino por un pasillo obscuro, rechinan las tablas bajo mis pies, bajo mis tacones más bien. Enderezo mis hombros, sigo caminando con la seguridad en mi pecho, no temo, no miento. Silencio ensordecedor. Cierro los ojos, respiro, los vuelvo a abrir y me encuentro en la habitación de huéspedes, desnuda. Un hombro violáceo y sangre en mis rodillas, duele!
Mi corazón palpita estrepitoso, lloro. Qué sucede? Destellos de imágenes invaden mi cabeza, una voz varonil gritándome ZORRA! Dos golpes y un puntapié, caí de bruces sobre el espejo. Miro mis pechos y es verdad, múltiples cortes sobre ellos. Ahora entiendo, lo veo, lo siento.
Miradas inquietas me observan desde lo alto, algunas conocidas. Tus ojos inconfundibles, oscuros, siniestros.
Flores a mi alrededor, un cristal que me separa de ellas, de sus aromas, de sus colores. Aplausos y llantos al unísono, una mano que cierra la tapa, congelandome en la oscuridad y paz del descanso eterno.



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