domingo, 7 de marzo de 2021

Pesadumbre en mi tejado

Salgo al jardín y me siento en aquel taburete oxidado, enciendo el ordenador y escribo porque es lo único que me mantiene en calma. Palabras que abruman mi sentir, surgen en mis pensamientos más profanos, me hundo en tristeza y amargura, me siento intranquila e insegura. Trato de mirar el cielo, el sol me enceguece, me encandila, me nubla, me calcina. Busco en mi alma perdida, un atisbo de euforia, de risa y entusiasmo, pero no lo encuentro. Me retuerzo de dolor y quisiera estar en penumbra, pero es de día. Enciendo un cigarrillo amargo, carcome mi garganta mientras me asfixia el monóxido. Mojo mis labios, los muerdo, es tu recuerdo. Imagino tus ojos tristes, húmedos y enrojecidos, y me duele, me duele pensar que fui yo quien gatilló todo esto. Es confuso. Es confuso sentir lo que siento, demostrar lo que anhelo, ser lo que esperas. Es complejo entender lo que quieres, ser suficientemente libre de ser cómo soy. Disfrazo mis ganas de llorar, con una camiseta rosa y un pantalon celeste. Disfrazo mis ganas de seguir, con una sonrisa floja que sólo es mueca forzada de espanto. Me siento perdida y estoy en silencio tratando de descifrar quién soy y quién quiero ser. Estoy algo cansada de que nada marche bien, pues cien mil intentos no son suficientes, y aún creo que puedo doblarle la mano al destino. Me arden los ojos, se llenan de lágrimas, corren gélidas por mi rostro pálido, hacen cosquillas, pero es desagradable, quisiera ser feliz por un sólo instante, pero el día a día me consume, me aniquila, me extermina. Seré un saco de huesos algún día, pero no me rindo, jamás me rindo ni lo haré nunca. Sólo la muerte podrá llevarme consigo, el día que decida que es momento de partir al abismo.

Pesadilla

Su voz varonil penetró mis oídos, cómo un coro de ángeles. Su acento bonito, su buena dicción y labia me entusiasmaron del primer hola a tra...