sábado, 7 de noviembre de 2020

El tiempo

En milésimas de segundos resucité. Latidos rimbombantes, fuertes y tenaces eyectan la sangre que corre por mi cuerpo. Me enciendo. Sonrojas mis mejillas, aceleras mi respiración, mi pulso se siente en la garganta, mi boca se hace agua. En milésimas de segundos todo cambia, todo pasa, todo, absolutamente todo. En ese pequeño espacio de tiempo, renazca de las cenizas que alguna en fue la hoguera que me crema. Sonrío. Sonrío como si recién hubiera aprendido. Sin miedo a nada, y aunque no tenga nada, la nada me parece asombrosa, porque es más de lo que tuve antes. Dolor, quieres aparecer cruel en este instante especial? Sombría criatura, cuya sonrisa hipócrita destruyó mis emociones, mis sentimientos, quiso ser freno de sueños, de esto y de aquello. Moléculas, te haces infinitamente pequeño en mis pensamientos, te elevas y dejas de existir, eres un átomo, luego protón, y te reencarnas en piedra. No fui suficiente, más bien no quise serlo. Pienso en el tiempo, parece condena, 6 años y 1 día, cual prisionero de mala calaña. 6 años en donde aprendí que el amor no es uno sólo en la vida y que repetirlo mil veces no lo hace más especial, sino más nefasto. Te dejo marchar, áspera sensación de espinas, empuño mi mano, erguida, imponente, soy libre, soy libre. En milésimas de segundos apareció la Estrella de la Mañana, tal querubín desterrado, tal alma alguna vez torturada. ¿Sanaremos? ¿Qué nos ofrece el destino, el oráculo, el azar? ¿Es posible? puede esto ¿Ser posible? Preguntas sin respuestas dan paso al miedo, a la incertidumbre a la angustia. Me callo y pienso. Me atrevo a lanzarme al vacío y creer que me atajas. Me besas, me acaricias, acomodas mi cabello alborotado por la caída. Me niego. Me niego a dejarte marchar a un lugar diferente, a una tierra lejana y ajena a mi existencia. No quiero. Me quedo. Espero.

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